Como en otras funciones de su vasta carrera y como si pudiera prescindir del descanso físico, la actual directora del Ballet Nacional de Cuba (BNC) consiguió hacer vibrar al público del Teatro Nacional como al de un estadio deportivo.
Si una pieza compagina muy bien con la osadía de Valdés es Non, je ne regrette rien (No, no me arrepiento de nada), coreografía del belga Ben van Cauwenbergh, sobre uno de los grandes éxitos de la célebre cantante francesa Édith Piaf.
En noviembre de 2010, Valdés se convirtió en la primera bailarina local en incorporar esa obra al repertorio del BNC, por sugerencia de uno de sus partenaires, el gran Carlos Acosta, quien supo ver en ella la mezcla de potencialidades dramáticas y virtuosismo guiados por una personalidad magnética.
“Celebrar la existencia de Viengsay Valdés es un lugar común en nuestra época. Más allá de su juventud, el talento desplegado a lo largo de tres décadas, para el arte del ballet es una realidad palpable, a simple vista”, confesó la escritora Nancy Morejón al proferir las palabras de elogio a la homenajeada.
Al decir de la poeta, dramaturga y ensayista, la expresión corporal de esta bailarina recorre las gamas de una técnica más que depurada.
La diva regresó en una escena de La bella durmiente en la cual pudo hacer alarde de una de las cualidades técnicas que la inmortalizan dentro de la historia del ballet: sus legendarios balances, tejidos con elegancia, serenidad, delicadeza y valentía.
El llamado “Adagio de la rosa” exhibió a una radiante bailarina, capaz de disfrutar sin contriciones la plenitud que distingue el momento actual de su carrera artística.
Mientras, la escena del Vals de La bella durmiente, en versión de Alicia Alonso, sobre la original de Marius Petipa, y Después del diluvio, de Alberto Méndez, permitieron apreciar al joven cuerpo de baile del BNC, con sus habilidades expresivas, sobre todo dispuestas en función de la plasticidad en la segunda pieza.
La gran protagonista del espectáculo regresó, junto a Anyelo Montero, en Loss (La pérdida), el tercer pas de deux de Love Fear Loss, del creador brasileño Ricardo Amarante, la primera coreografía incorporada al repertorio del BNC a partir de la gestión realizada por la propia Valdés tras ser nombrada subdirectora artística de la compañía.
Una vez más su dominio escénico y convicción histriónica la hicieron brillar, igual que un una pieza que la distingue y ha sido solicitud constante en el mundo cuando ella pisa otros escenarios, el virtuoso pas de deux del tercer acto del clásico Don Quijote, en el cual sus fouettés reafirmaron el fulgor de una excelsa carrera.
Entre los partenaires, se destacaron esta noche el joven y talentoso Anyelo Montero y el primer bailarín Dani Hernández, quien destaca con luz propia en la escena y resulta un cómplice ideal como acompañante.
A fuerza de temple y constancia, Valdés ha conseguido convertirse en un referente, un orgullo de la escuela cubana de ballet que ella ha representado en los cinco continentes.
Como bien sentenció la periodista y crítica literaria y teatral Nancy Morejón: “Viengsay resume una tradición y abre puertas a la modernidad que la distingue”.
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