El texto, titulado “Serbia La Habana: La vida al ritmo de la salsa”, se adentra en la hospitalidad de los habaneros, con puertas abiertas de par en par para recibir a los visitantes, cubanos o extranjeros, y su amor por la música y el baile que corre por sus venas.
“La mezcla de ritmos españoles y africanos representa al mismo tiempo una mezcla de la capacidad de vida de los cubanos sometidos a sanciones de varias décadas (por el bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba) y la alegría con la que soportan los problemas de la vida cotidiana”, apunta el reportaje.
El relato profundiza tanto en las limitaciones de la cotidianidad como en la riqueza cultural del país antillano, vista claramente en la arquitectura, las calles, la culinaria, las costumbres, el arte y los sitios patrimoniales, además de clásicos que gustan tanto a los turistas como los habanos, los oldtimers o autos antiguos, y el ron.
Las playas idílicas del este de La Habana no quedaron fuera, ni en el extremo oeste de la ciudad el barrio Fusterlandia, que el famoso artista cubano José Rodríguez Fuster decoró con inusuales mosaicos y esculturas junto a sus vecinos.
Hubo mención para el centro cultural Fábrica de Arte Cubano, cuyo enclave era una antigua fábrica de aceite transformada para promover manifestaciones artísticas, y según las encuestas fue incluida entre los 100 lugares más populares del mundo.
Otro vistazo fue para el Museo Nacional de Bellas Artes, para el ballet de la isla y el Capitolio Nacional, con su enorme estatua de la República, una de las más grandes de América y del mundo.
Cerró este recorrido la Catedral de La Habana y la ruta trazada por el famoso escritor estadounidense Ernest Hemingway, en el país donde popularizó el coctel Daiquirí y escribió El viejo y el mar, obra que le valió el premio Nobel de Literatura.
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