Tal y como ocurrió en otras ocasiones, incluidas las revelaciones hechas en su momento por el australiano Julian Assange en su página de Wikileaks, Occidente intenta borrar de la opinión pública el contenido de la información y su importancia, para centrarse en cómo se filtró.
Para ello, la prensa occidental arremete contra los responsables de permitir que se supiera la verdad del tema manejado por los oficiales germanos, sobre planes para atacar a una nación soberana, cuando su gobierno niega en público alguna intención de agredirla.
La verdad duele, pero para Occidente solo a veces, ahora lo crucial es sacar a toda costa de la escena el contenido de la discusión de cuántos misiles cruceros Taurus se necesitarían para destruir el puente de Crimea, consideran expertos, citados por Junge Welt.
El ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, parece estar centrado en ello al justificar ante la prensa las causas de que se pudiera grabar la incómoda conversación de 38 minutos, aparecida en un primer momento en la prensa rusa.
Para Pistorius, el incidente ocurrió porque uno de los oficiales participaba en un festival aéreo e incumplió las normas establecidas para una conexión segura, lo cual indicaría que otras pláticas entre militares pueden haber tenido lugar antes y con temas similares.
El ministro de Defensa aclaró que con la filtración para nada se pone en duda la confianza de los socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en clara referencia a las aseguraciones de que militares estadounidenses y británicos estaban en Ucrania.
De hecho, la jefa de la diplomacia germana, Annalena Boebick, prometió una investigación sobre las circunstancias de la filtración que recalcó era un delito, para luego intentar justificar el tema tratado por los militares, al culpar de ello a Rusia.
Boebick, conocida en su momento por declaraciones fuera de lugar como el cambio de la política de su país en 360 grados, estimó que Moscú no era la víctima en este caso, aún cuando se hablaba de atacar un puente de otra nación de forma furtiva.
Llama la atención en la conversación filtrada a la prensa el afán de los altos oficiales de la fuerza aérea alemana por realizar la operación sin dejar rastros de su responsabilidad en el hecho, con un intento de involucrar a cazas británicos en la operación.
Mientras varias naciones europeas y hasta la dirección de la OTAN rechazaba la posibilidad admitida por el presidente francés, Emmanuel Macron, de enviar tropas al conflicto ucraniano, los militares germanos discutían como destruir el referido puente.
De hecho, otro asunto chocante en este escándalo es el hecho de que hasta el momento el canciller federal germano, Olaf Scholz, se negaba, al menos en público, a entregar a Kiev los cruceros Taurus, con un alcance de hasta 500 kilómetros.
Scholz consideraba que el suministro de los referidos cohetes significaría una nueva escalada en la confrontación ucraniana, en la cual, según algunos testigos citados por la prensa rusa, ya participan comandos de países occidentales, bajo el manto de grupos mercenarios.
La grabación, a todas luces, pone al descubierto una incómoda realidad: Berlín podrían estar pensando en enviar realmente los Taurus a Ucrania y el hecho de que en ese país ya operan, al menos, efectivos estadounidenses y británicos, comenta la publicación digital Vzgliad.
El diario Bild y la televisora Deutsche Welle reconocieron que las grabaciones denunciadas por la editora principal del conglomerado Rossia Sevodnia, Margarita Simonian, eran auténticas, por lo que su contenido abría un nuevo escándalo de hipocresía occidental.
La cuestión ahora, al parecer, radica en desterrar esa cruda realidad del espacio mediático, para centrarse, poco a poco, en los responsables de que eso ocurriera, y dejar sepultado en lo posible lo discutido por los oficiales alemanes. Ya lo hicieron con Assange.
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