Por primera vez mujeres ocupan la vicepresidencia de la nación (Esperança da Costa) y la presidencia del Parlamento (Carolina Cerqueira), mientras que otras tienen presencia como ministras (ocho) y en responsabilidades clave como la magistratura del Tribunal Constitucional (Laurinda Jacinto Prazeres).
El país cuenta con ocho mujeres pilotos de aeronaves como el Boeing 777, el Boeing 747, el Airbus A380 y el Airbus A340 y está entre las naciones con mayor cantidad de mujeres parlamentarias, con el 38,18 por ciento de su Asamblea Nacional.
Estas historias de éxito, alentadoras y que demuestran las potencialidades de este segmento poblacional, aún no pueden considerarse, sin embargo, un medidor de lo que sucede en la sociedad angoleña.
Mujeres y niñas son las más afectadas actualmente por el analfabetismo en el país, donde el 24 por ciento de la población mayor de 15 años no sabe leer ni escribir, según el Instituto Nacional de Estadística.
Diversos factores inciden en esta situación, como el acceso y permanencia en la escuela durante la infancia y adolescencia, que todavía no están garantizados para una parte significativa de la población, con un diferencial negativo para ellas, con una mayor incidencia en las zonas rurales.
Los embarazos precoces, que provocan que las niñas salgan del sistema educacional, son otro elemento que atenta contra una cuestión primordial para el desarrollo de las capacidades como es la educación.
Recientemente, un estudio de la Asociación Nacional de Lucha contra las Drogas reveló que el sexo femenino encabeza el consumo de drogas y de bebidas alcohólicas en el país.
Más allá del alcance de la investigación o su profundidad, que las mujeres se autorreconozcan como afectadas por estos fenómenos también es señal de su gravedad.
La violencia de género en todas sus manifestaciones, particularmente la física y la sexual, así como la penalización del aborto, constituyen otros desafíos para una sociedad que acumula inmensas deudas con quienes a todas luces constituyen pilares de la resistencia cotidiana de la población.
Basta con verlas liderando la producción agropecuaria o en su interminable ir y venir por las calles con enormes pesos sobre la cabeza en busca del sustento de la familia, para percatarse de que las mujeres africanas, y las angoleñas en particular, son la esencia de estas tierras, de su fuerza y sus encantos.
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