En medio de celebraciones por el Día Internacional de la Mujer, cuitas políticas y hasta una andanada de temporales que marcan la climatología del país ibérico, las reflexiones y los recuerdos del 11M tiene un peso especial en la sociedad.
El 11 de marzo de 2004, entre las 07:36 y las 07:40, hora local de España, se produjeron 10 explosiones casi simultáneas en cuatro trenes de Madrid. Este trágico suceso causó la muerte de 191 personas inicialmente y, 10 años más tarde, el deceso de una mujer que estuvo todo ese tiempo en coma, la convirtió en la víctima 192.
Con alrededor de dos mil heridos, fueron cuatro los trenes de cercanías siniestrados, en diferentes estaciones, entre ellas la monumental de Atocha. De los supervivientes, además de testimonios espeluznantes, muchos arrastran todavía graves secuelas físicas y psicológicas.
Fue igualmente uno de los capítulos políticos más controversiales, cuando el Gobierno de José María Aznar, del conservador Partido Popular (PP), culpó sin argumentos sólido al grupo vasco ETA, como autor de “otro atentado terrorista”.
Lo desmintió de inmediato una fuente cercana a ETA en el País Vasco e incluso hasta el propio presidente de los Estados Unidos del momento, George W. Bush, deslizó en una entrevista censurada la posibilidad de otra autoría de los atentados.
Bush, aliado de Aznar, dejó ver en la conversación con Lorenzo Milá, de RTVE, la opción de un ataque terrorista vinculado con Al Qaeda.
Hace unos días, por fin la entrevista pudo verse en España, censurada en su momento, paradójicamente, por Aznar.
ESPAÑA DIFENTE
Aunque la cruzada contra el terrorismo es permanente, la forma en que España lo percibía cambió sustancialmente el 11M. De hecho, tres días más tarde el socialista José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido nuevo presidente del Gobierno, una suerte de castigo de la ciudadanía al PP y su candidato Mariano Rajoy.
Pronto se estableció que los ataques fueron perpetrados por un grupo extremista islámico vinculado a la red terrorista Al-Qaeda. Los autores materiales fueron identificados como radicales, muchos de ellos originarios de Marruecos.
Las imágenes de los trenes destrozados, los heridos siendo evacuados y los familiares llorando a sus seres queridos perdidos quedaron grabadas en la memoria colectiva del país. La sensación de vulnerabilidad se extendió por la población.
Según las conclusiones de la investigación, una célula yihadista colocó 13 artefactos explosivos en cuatro trenes de cercanías de Madrid (tres fueron neutralizados por la policía).
El 3 de abril, siete de los terroristas se inmolaron en Leganés matando a un miembro del Grupo Especial de Operaciones (GEO). La Audiencia Nacional condenó a 21 de los 28 procesados por estos hechos en 2007.
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