Si bien su análisis parte de una visión occidental sobre la potencia euroasiática, a la que atribuye ansias expansionistas en Europa y el objetivo de reconstituir el imperio ruso, resultan interesantes los factores razonados, incluyendo el impacto de un eventual triunfo de Donald Trump en los comicios de noviembre, las sanciones y la actual correlación de fuerzas en el frente.
Para el Instituto Montaigne, que se presenta como un espacio de reflexión independiente y responsable, Moscú ha sabido sacar lecciones de sus errores en la guerra que comenzó el 24 de febrero del 2022, con factores citados que van desde la ventaja demográfica hasta el paso de su industria militar a “un régimen superior”, pese al daño provocado por las sanciones de occidente.
Por un lado, la fuente afirmó que “la campaña ucraniana ilustra las debilidades de las capacidades militares rusas”, y por el otro señaló que “parece difícil expulsarlos (a los rusos) de las posiciones que ocupan”.
En este contexto, presentó como primera hipótesis una derrota ucraniana en la actual guerra de desgaste, panorama que vinculó con la falta de apoyo en armas y municiones por sus aliados, sin descartar “un colapso” de Kiev.
La segunda tesis consiste en una retirada de Ucrania combinada con el regreso de Trump a la Casa Blanca, alegando que sería esta “incluso más peligrosa que la anterior”.
El criterio de los autores del reporte, Michel Duclos y Camille Le Mitouard, es que si el presidente Vladimir Putin “juega bien la carta Donald Trump”, podría conseguir a la vez territorios y una tutela sobre el resto del país, objetivo este último que no ha mencionado el Kremlin, cuyo jefe esgrime que está en curso una operación especial frente al peligro de la OTAN y de la cruzada anti-rusa.
Según el Instituto Montaigne, el tercer escenario sería el de la partición, en el que las concesiones territoriales permitirían a la parte respaldada por occidente el ingreso a estructuras como la OTAN y garantías de seguridad bilaterales.
Aunque pudiera asumirse como la hipótesis “menos mala”, advirtió que una Ucrania frustrada por el revés tendría problemas para integrarse, mientras Rusia contaría con “el sentimiento de haber conseguido una primera victoria”.
En la cuarta variante abordada, los occidentales con su ayuda a Kiev lograrían invertir la correlación de fuerzas en el campo de batalla, obligando a Moscú a negociar, lo que también se produciría –abundaron los autores- si el conflicto se estanca y Rusia no puede avanzar más o tiene que ceder territorios.
Sin embargo, alertaron que semejante escenario estaría lejos de implicar un pase de página, al mencionar supuestos deseos de venganza de una potencia dotada de “experiencias precisas sobre la guerra moderna” y de “tropas aguerridas”, con la capacidad de recuperarse militarmente en un período de tres a siete años o de cinco a 10.
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