A través de elementos visuales, históricos, fotografías y leyendas, la muestra recién inaugurada narra la historia de Laurence Niyonangira, quien huyó de los asesinatos en su comunidad, liderada por antiguos vecinos.
Con una narrativa que nace de imágenes personales, el hilo conductor describe desde el concepto hasta los horrores del genocidio y el legado perdurable de su trauma.
La exposición es una invitación a quienes visiten el cuartel general de la ONU en Nueva York a confrontar las realidades del discurso de odio y el papel fundamental que desempeña cada individuo en el fomento de una cultura de tolerancia y comprensión.
“Como supervivientes, sólo podemos curar nuestras heridas con las personas que las crearon”, advierte en uno de los carteles Laurence en medio del proceso de reconciliación con uno de los asesinos de su madre y hermana.
De acuerdo con su relato, la protagonista de la exposición perdió a 37 miembros de su familia durante los actos genocidas.
La muestra permanecerá accesible al público hasta el 1 de mayo como un recordatorio del intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda.
Esa oscura página de la historia terminó con el asesinato del 70 por ciento de esa población entre el 7 de abril y el 15 de julio de 1994.
Se calcula que entre 500 mil y un millón de personas fueron asesinadas mientras la violencia sexual se generalizó y afectó a más de 250 mil mujeres.
Los asesinatos masivos se iniciaron tras el atentado del 6 de abril de 1994 contra el presidente ruandés Juvénal Habyarimana y el presidente burundés Cyprien Ntaryamira, ambos hutu, que murieron tras ser derribado el avión en el que viajaban por dos misiles lanzados desde tierra.
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