La comunidad decide primero quiénes son los más necesitados y de ahí esas personas invitan a los vecinos, amigos y familia a participar en la edificación manual del nuevo hogar a base de quincha (del quechua qincha, cerco o palizada).
La primera fase de la construcción puede llevar tres días, que consiste en cortar la madera para las bases de la estructura.
Esta labor corresponde al dueño de la futura vivienda, quien corta los palos o bejucos en la fase de luna Jecha, (en la mengua), para que las varas tengan mayor resistencia.
Otro detalle a tener en cuenta es que los bejucos se echan en el agua para que no se pongan duros y se sacan cuando se van a utilizar para el amarre.
El segundo paso es “emparalear” (poner el esqueleto o parales) y “embarajequear” o enlatar alrededor de los esqueletos, una acción que se acomete dentro del entorno familiar más estrecho.
Con maíz y millo preparan chicha, bebida que se reparte durante la construcción de la casa.
La tina para batir la tierra se prepara un día antes de la junta de embarra (embarre) para no dejar todo el trabajo para la misma jornada.
Las mujeres cortan las hierbas para la mezcla, mientras otras féminas atienden la cocina y un tercer equipo aporrea la tierra con garrotes de madera.
Los jóvenes participan junto con los adultos en todas las labores, y los niños observan y colaboran en lo que les sea posible.
Primero se vierte el agua y luego la tierra, y ahí entran los experimentadores batidores, que colocan las hierbas hasta hacer cuajar la mezcla. Cuando está lista, agregan la paja peluda para lograr el barro.
El trabajo de los embarradores —personas muy solicitadas— se hace en pareja, uno por dentro y otro por fuera para conformar las paredes, tarea en la que deben llevar el control de su grosor. La embarra puede durar hasta una semana, en dependencia del tamaño del área del domicilio.
(Tomado de Orbe)