Tras el fenómeno, la Agencia transportó inmediatamente agua potable en camiones y distribuyó kits de higiene, al tiempo que movilizó a promotores para educar a las comunidades sobre el lavado de manos y el almacenamiento de agua segura.
Además, enviò equipos móviles de salud y nutrición para tratar a los heridos y enfermos, y llevó ropa de abrigo, mantas, artículos para el hogar y equipos de cocina para las familias que perdieron sus pertenencias.
El Fondo para la Infancia proporcionó igualmente asistencia en efectivo inmediata a través de su mecanismo de respuesta rápida para ayudar a los damnificados a recuperarse y cubrir sus necesidades básicas.
De acuerdo con reportes desde el terreno, decenas de miles de menores de edad aún se reportan como afectados por las continuas inundaciones repentinas, especialmente en Baghlan y Badakhshan y en la provincia occidental de Ghor.
El siniestro dejó un saldo de al menos 350 muertos y daños en siete mil 800 viviendas mientras que más de cinco mil familias han sido desplazadas.
Según expertos, el clima extremo reciente en Afganistán tiene todas las características de la intensificación de la crisis climática pues algunas de las áreas afectadas sufrieron sequía el año pasado.
Según el organismo, los fenómenos meteorológicos extremos en ese país asiàtico van en aumento tanto en frecuencia como en intensidad, lo que provoca la pérdida de vidas y medios de subsistencia y daños importantes a la infraestructura.
La nación ocupa el puesto 15 entre 163 países en el Índice de riesgo climático infantil de 2021 establecido por Unicef, lo que significa que los niños son particularmente vulnerables a la crisis climática y sus efectos en comparación con otras partes del mundo.
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