Rutte, quien debió lidiar con la oposición de Türkiye y Hungría en su momento, tendría como desafío enfrentar las consecuencias de la derrota en Ucrania, conformar un sistema de contención de Rusia y evitar el descalabro del andamiaje colectivo de seguridad euroatlántico.
A ello se agrega, la necesidad de evitar el descalabro de un sistema de seguridad euroatlántico, mientras en su lugar aumentan las posibilidades de proyectos regionales liderados por Moscú, así como preparar a Europa para dar a Estados Unidos los recursos contra China.
Claro está, esa visión manejada aquí por algunos medios de prensa locales, para nada coincide con los anunciados propósitos, más triunfalistas, de la OTAN en el diferendo con Rusia, aún cuando su creación para enfrentar a la Unión Soviética es una misión del pasado.
Así, de acuerdo con la versión occidental, Rutte deberá hacer a la OTAN más unida, agresiva y expansionista, como lo es el propósito defendido por el saliente secretario general de la alianza, Jens Stoltenberg, de convertir el bloque en un ente global.
De igual forma, el Consejo Atlántico considera que se trata de reforzar las posibilidades de defensa y contención ante la guerrerista y inamistosa Rusia, así como el respaldo de Ucrania para un triunfo sobre Moscú y la inclusión de ese país en el bloque militar.
Además, según las pretensiones noratlánticas, Rutte también deberá formular el papel de la OTAN en lo que consideran como los problemas crecientes provenientes de China, una fase entendida aquí por analistas como el papel de plegarse más a Washington en su guerra contra Beijing.
El propio Rutte rechazó en dos ocasiones la oferta de encargarse de una organización que después de casi perder su pretexto para existir al desaparecer el campo socialista, se le halló una nueva justificación como policía global con los bombardeos contra Yugoslavia, en marzo de 1999.
Pero ahora, por tercera ocasión, por fin consideró que salía de la política nacional de Países Bajos, donde la votación de su partido estuvo un respaldo lejos del esperado en recientes comicios, para convertirse en figura regional.
Hungría apoyaba la candidatura del presidente rumano, Klaus Iohannis, mientras que Türkiye rechazaba la posición abiertamente antiinmigrante del ahora jefe de gobierno neerlandés.
Sin embargo, la jefatura de la alianza atlántica coordinó todo para que ni siquiera hubiera una opción en una pretendida demostración de unidad dentro de la OTAN, enfrentada a una situación nada favorable a Kiev en el conflicto ucraniano.
Rutte, conocido por su vida modesta -se dice que vivió por 30 años en el mismo apartamento y con los mismos muebles- y su defensa de la política de defensa de la comunidad LGTB, deberá tomar partido en una confrontación, donde más bien parecen chocar indirectamente Rusia y las potencias occidentales.
La misión del primer ministro interino de Países Bajos terminará, finalmente, con el mandato del noruego Jens Stoltenberg, quien extendió en tres ocasiones su mandato por falta de consenso en las filas de la alianza atlántica para definir su sustituto.
Precisamente, uno de los principales retos del nuevo secretario general de la OTAN, que también maneja aquí la prensa y los analistas, es cómo lidiar con el propósito de impedir una victoria de Rusia en el conflicto ucraniano.
De acuerdo con el diario digital Vzgliad, la participación casi directa de las potencias occidentales en la guerra contra Rusia, para lo cual utilizan a Ucrania, se convierte en un asunto cada vez más desafiante.
En Europa, los políticos preparan psicológica y políticamente a su población, que enfrenta difíciles condiciones socio-económicas, para un supuesto ataque de Rusia, algo que ese país rechaza rotundamente, mientras enfrenta una campaña mediática de Occidente en ese sentido.
Sin embargo, en medio de esas circunstancias, el hecho de que Londres y Washington dieran el visto bueno para emplear armamento occidental contra la profundidad del territorio ruso crispa al máximo las tensiones en la región y ello, de hecho, involucra a la alianza atlántica.
Por ello, Rutte, al parecer, no se hace un gran favor al presentarse como prácticamente el único candidato posible de una organización bélica que se muestra como defensora de la democracia, aunque respalda a Ucrania, donde se anulan elecciones y se veneran a grupos neofascistas, estiman expertos.
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