Según el boletín de la OMM publicado este viernes en ocasión de celebrarse el Día Internacional de Lucha contra las Tormentas de Arena y Polvo, cada año alrededor de dos mil millones de toneladas de polvo ingresan a la atmósfera.
Estas partículas oscurecen los cielos y dañan la calidad del aire en regiones que pueden estar a miles de kilómetros de distancia, y afectan las economías, los ecosistemas, el tiempo y el clima.
Los expertos afirman que gran parte de esto es un proceso natural, pero otra es el resultado de una mala gestión del agua y la tierra.
De acuerdo con el informe, las concentraciones de polvo en las zonas más afectadas en 2023 fueron superiores a la media a largo plazo, pero ligeramente inferiores a las de 2022.
La tormenta más severa del año azotó Mongolia en marzo de 2023, afectando a más de cuatro millones de kilómetros cuadrados, incluidas 20 provincias de China.
“La evidencia científica muestra que las actividades humanas están teniendo un impacto en las tormentas de arena y polvo. Por ejemplo, las temperaturas más altas, la sequía y la mayor evaporación conducen a una menor humedad del suelo. Combinado con una mala gestión de la tierra, esto conduce a más tormentas de arena y polvo”, dijo la secretaria general de la OMM, Celeste Saulo.
Sin embargo, hay algunos aspectos positivos, pues el transporte de arena y polvo a larga distancia a través de los océanos también es una fuente valiosa de nutrientes y es importante para la gestión internacional de la pesca.
El boletín de la OMM cita un nuevo estudio que indica que la deposición de polvo sahariano en las aguas abiertas del Atlántico influye en el atún listado al proporcionar hierro, fósforo y elementos que favorecen el crecimiento del fitoplancton.
La nueva materia orgánica resultante se transfiere a través de la red alimentaria, desde los peces pequeños hasta los grandes depredadores, lo que favorece a todo el ecosistema marino.
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