Estos curiosos insectos voladores, que los campesinos originarios toman como el inicio de las cosechas, tienen sus sempiternos cazadores quienes los llevan al asado en el comal, viejos conocedores de que son una delicia.
Otros, en cambio, hacen su zafra del tesoro de la temporada y los ponen a la venta listos para cocinar, limpios (sin alas ni cabeza), con precios entre 150 y 200 quetzales la libra (alrededor de 25 dólares).
La chef Augustina Sac descartó en declaraciones a Orbeque los zompopos sean una opción en el menú de los restaurantes, pues más bien siempre están en los mercados cantonales, subrayó.
Devienen alimento tradicional, icónico, rico en proteínas, costoso y, según detalló, se preparan con bastante limón, sal, mantequilla, los cocinan hasta dorarse y luego degustan como aperitivo previo al plato fuerte.
Unos lo sirven con tortilla, frijoles, guacamole, describió la indígena maya, oriunda del municipio de la urbe San Juan Sacatepéquez.
Contó que ayudaron a paliar la escasez en las culturas de Mesoamérica (también aparecen en El Salvador y Honduras), mientras muchos lo consideran el “caviar guatemalteco”.
No son los únicos insectos que se consumen en departamentos del país (Huehuetenango, Quiché, Baja Verapaz, Izabal y en la capital), pues además constituyen excelente alternativa las libélulas, mariposas y larvas, aclaró Sac.
En Chimaltenango la emblemática imagen del zompopo pasó a formar parte del escudo, escuelas, equipos y hasta el cuerpo de Bomberos Voluntarios lo incluyó como parte de su logotipo.
Un llamativo negocio del municipio San Martín Jilotepeque oferta las “zompopizzas” (con sabores de embutidos y mango), que captan la atención tanto de vecinos como de turistas nacionales y extranjeros.
(Tomado de Orbe)
