Las protestas callejeras, que la Policía trató de dispersar con el uso de gases lacrimógenos, estremecen a Kenya desde principios de mes, contra una propuesta ley de reforma económica basada en el alza de algunos impuestos y la creación de otros.
El proyecto fue aprobado por el parlamento tras la eliminación de algunas de las propuestas, pero nunca entró en vigor porque el mandatario desestimò sancionarla para evitar la ira de los protestantes.
Además, Ruto admitió la validez de algunas de las demandas de los patrocinadores de las marchas, identificados como Generación Z, pero sin cara visible hasta ahora, a los que invitó a dialogar, pero sin éxito.
Tras suspender un aumento de salarial a altos funcionarios, ya aprobado, pocos días después el presidente tiró a los leones a la mayoría de los ministros del gabinete a los que calificó de “arrogantes”, excepto al jefe del gobierno, Musalia Mudavadi, aliado de larga data, sin conseguir una calma, que le resulta elusiva.
El más reciente intento, reducir el 1,9 por ciento de los gastos y ampliación del déficit fiscal hasta el 3,6 por ciento, anunciado la víspera, tampoco apaciguó a los kenianos en esta capital y la ciudad portuaria de Mombasa (sur) a juzgar por los combates entre manifestantes y policías hoy.
Llama la atención que, de nuevo, la consigna central de las protestas fue la demanda de que Ruto dimita el cargo, posibilidad que, con todo y lo denso del clima político, al menos de momento, resulta improbable.
Las protestas han dejado hasta el momento decenas de muertos y centenares de detenidos, además de un número impreciso pero crecido de heridos, a falta de un informe oficial.
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