Antes de llegar, en plena bajada, descendientes de los grupos cakchiqueles y tzutuhiles, mayas cordiales que hablan español con cierta dificultad, se muestran solícitos en favor del diálogo sobre el trayecto y sus maravillas.
A unos kilómetros de este municipio del departamento de Sololá, destacan los puntos con las más variadas artesanías y un mirador sin par de los volcanes de San Pedro, Tolimán y Atitlán, perteneciente a la aldea San Jorge la Laguna.
Desde aquí se orienta bien el visitante, a un lado los pintorescos Santa Catarina Palopó, San Antonio, San Lucas, el Cerro de Oro, mientras a otro Santiago Atitlán, San Pedro la Laguna y el Jaibal.
Ya en la entrada de Pana, obligado el paso por la calle Santander, convertida en centro, donde se hallan textiles, joyería hecha a mano, restaurantes, hoteles y productos locales (hay que probar la tortilla de maíz con frijoles).
Durante Semana Santa (entre mediados de marzo y abril), resulta uno de los principales núcleos de turistas del país, impresionan repletas sus áreas de recreación, plazas, chalets y la iglesia de San Francisco (el santo patrono).
Mediante el sistemático servicio de lancha, previa definición del destino, llegarán unos 15 kilómetros (tal vez media hora o menos) de experiencia inolvidable a buena velocidad sobre aguas algunas veces inquietantes y con miles de leyendas.
Los guías en principio explican que después de las cuatro de la tarde no se podrá regresar, pues los vientos y las corrientes llamadas Xocomil son tan fuertes que hacen peligroso el trayecto hasta para los más experimentos.
En las profundidades del Lago de Atitlán, yace un misterio antiguo y fascinante: Samabaj, la ciudad sumergida, descubierta en 1996.
Panajachel alberga el sugerente Museo Lacustre, de arqueología subacuática, un espacio para los grandes hallazgos de ese lugar, el cual es en sí mismo una historia aparte.
(Tomado de Orbe)
