La pintoresca y multicultural ciudad honra de diversas formas al pintor y grabador nacido en Leiden, a quien asume como uno de sus hijos predilectos, porque fue allí donde legó a la posteridad obras que reflejan la diversidad de la naturaleza humana, algunas tan enigmáticas como su personalidad.
En la céntrica plaza se erige la estatua del artista, la más antigua de la urbe, con una pose que da la impresión de invitar a los presentes a inclinarse ante su grandeza.
A la Rembrandtplein llegó en forma de figuras de bronce en 2006 la milicia del capitán Frans Banning Cocq, protagonista del cuadro Ronda de noche, uno de los tesoros más preciados del Rijksmuseum (Museo Nacional de Ámsterdam).
Los soldados esculpidos en Rusia invadieron el lugar a propósito del aniversario 400 del nacimiento del incomprendido en su tiempo genio rebelde, regresaron a Moscú tras la celebración y también estuvieron por Nueva York.
En 2012, como era de esperar, el capitán Cocq “ordenó” a su tropa volver al visitado sitio para cuidar en la eternidad al pintor y retratista que los inmortalizó.
La mágica plaza es un lugar obligado de Ámsterdam para homenajear a Rembrandt, al igual que la casa ubicada en el número 4 de la actual calle Jodenbreestraat, hogar y sitio de trabajo del maestro entre 1639 y 1656, convertida en un museo oficialmente inaugurado en 1911 por la reina Guillermina.
Fue en esta casa donde el artista que rompió la regla de plasmar en lienzo solo a mujeres jóvenes y bellas creó la Ronda de noche en 1642, un año marcado por la tragedia por esos contrastes de la vida, al fallecer su esposa Saskia van Uylenburgh, modelo en algunas de sus afamadas pinturas y dibujos.
(Tomado de Orbe)