A sus 58 años Diabate reinaba en solitario por su virtuosismo en el manejo de la kora hasta que a mediados de la semana pasada fue internado en una clínica privada de esta capital, según recuento de sus familiares a la prensa.
La kora es un instrumento de cuerdas tradicional de África occidental del cual Diabate extraía los sonidos más inesperados, cualidad que temprano en su vida lo destacó entre los múltiples intérpretes del instrumento, además de lograr la mezcla armoniosa de los sonidos malienses con los internacionales.
Para los africanos que ríen, lloran, nacen, mueren y se casan al compás de la músicalas, Diabate pasó todas las pruebas que le permitieron sentarse al trono.
El difunto monarca estaba destinado al estrellato ya que nació en una familia de griots, cuya función es servir como guardianes de la cultura oral y las tradiciones, funciones que asumió desde temprano en su vida para satisfacción de los jefes tribales y de otros intérpretes que hoy lamentaron su deceso.
Puede que el rey haya muerto, pero su legado vive, en particular uno de sus logros más tangibles: cerrar el abismo entre las tradiciones ancestrales, a las que tan apegados son los africanos, y la música moderna.
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