Por Michel Dalí, enviado especial

Tampoco es “la vie en rose” al mejor estilo de Edith Piaf y miles de agentes del orden hacen notar su presencia en la Ciudad Luz, tratando de habituar a turistas y participantes en la cita olímpica a que son indispensables. Temerarios, portando armas largas en ocasiones, están en el dibujo de París este verano.

Aunque los ecos de la espectacular ceremonia de apertura todavía resuenan, la fase competitiva se apoderó del protagonismo con la friolera de medallas que aporta la reina de las disciplinas acuáticas, los estrenos del rugby masculino, judo, esgrima, junto con los primeros ensayos del voley de playa, boxeo, baloncesto, balonmano, equitación y voleibol, entre otros.

Las nueve millones de entradas vendidas para asistir a los diversos torneos que se desarrollarán en la capital francesa hasta el 11 de agosto, se hacen evidentes en el enjambre de personas que utilizan el transporte público, donde a veces y por sorpresa, ingresan gendarmes y policías para subrayar que los Juegos Olímpicos no están a la deriva en temas de seguridad.

Postales, eso sí, hay para escoger. La esgrima en en suntuoso Grand Palais, a pocos metros de Les Champs Elysée; una instalación portátil bautizada como Estadio Torre Eiffel; o el elegante Palacio de Versailles, sede de la equitación y el pentatlón moderno.

El Champs de Mars Arena, que acoge el judo y la lucha, en un complejo también provisorio en el cual podrán verse en acción a dos de los gigantes –literalmente- de la lucha grecorromana, el cubano Mijaín López en busca de la hazaña de su quinto oro olímpico sucesivo, y del judo, el francés Teddy Riner, ídolo local que aspira a su cuarto metal dorado, ambos en todos los pesos de sus respectivas disciplinas.

El denominado complejo La Concorde, donde está el monolito de la Plaza de la Concordia y en el umbral del Jardín de las Tullerías, donde tendrá el ciclismo BMX freestyle, breaking, baloncesto 3×3 y skateboarding.

Planea en las Tullerías a unos 30 metros de altura, con sus siete de diámetro, el aerostato devenido pebetero más original de la historia de los Juegos Olímpicos.

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