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sábado 3 de agosto de 2024
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Hurón Azul rememora primeros pasos del pintor cubano Carlos Enríquez

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La Habana, 3 ago (Prensa Latina) La Casa Museo Hurón Azul rinde hoy homenaje a uno de los pintores más icónicos de la vanguardia cubana: Carlos Enríquez (1900-1957), al conmemorarse el aniversario 124 de su natalicio.

En estos días de vacaciones escolares, ya es usual ver a grupos de niños por los alrededores del lugar, que acoge durante los fines de semana talleres de verano y otras actividades para el público infantil.

Precisamente, a ese sector están dedicadas muchas de las acciones promovidas en el Hurón Azul, la mítica vivienda ubicada en los márgenes de la capital cubana, en la localidad de Párraga.

Según rememoró en Facebook el investigador de la Casa Museo, Alberto Valcárcel, el 3 de agosto del año 1900 en el poblado de Zulueta, del centro del país caribeño, la familia Enríquez Gómez celebró la llegada de un nuevo miembro: su primogénito varón, al que nombraron Carlos Antonio Esteban.

“Desde sus inicios se nos descubre con un espíritu curioso e imaginativo, por lo que recorre los campos cercanos atrapando imágenes y vivencias del paisaje, de la vida, la miseria y creencias de los campesinos”, indicó.

Las noches en la casa natal discurrían entre los relatos de la nana que hablaban de bandoleros, fantasmas y aparecidos; y las incursiones por el gabinete médico del padre, captando imágenes de fetos y esqueletos, y curioseando en los libros de anatomía, añadió.

El abuelo paterno lo ayudó a conocer el mundo de la pintura, de acuerdo con el relato Recuerdos, del propio Carlos Enríquez.

De esas primeras incursiones se conservan en la Casa Museo Hurón Azul cinco piezas, realizadas cuando el artista tenía entre seis y 11 años de edad.

Más tarde, con su profusión de colores y gran pasión por las transparencias, el artista plasmó una sensual visión de lo cubano, acompañado por el recuerdo de los campos de su niñez, en el poblado de Zulueta.

Las imágenes del autor de El rapto de las mulatas perseguían casi siempre la osadía de atrapar el movimiento en el mundo bidimensional de un cuadro.

Apegada al surrealismo como doctrina estética, la pintura vanguardista de Carlos Enríquez escandalizó a muchos y algunas de sus obras fueron excluidas de las exposiciones, debido al rechazo de académicos y moralistas.

En el Hurón Azul no solo pintó, también escribió las novelas Tilín García, La vuelta de Chencho y La feria de Guaicanama.

Tras un proceso de restauración, el 21 de mayo de 1987 abrió al público como museo, para regocijo de quienes creían perdida la casa que habitó el pintor durante los últimos 18 años de su vida.

Desde el 20 de octubre de 2000, el Hurón Azul ostenta la condición de Monumento Nacional, en medio de carencias y enormes dificultades sus trabajadores han logrado mantener los valores de la singular edificación.

La anacrónica chimenea en el techo a dos aguas y de tejas de barro, el mural de las bañistas, los grandes ventanales enrejados y el vitral colorido de un arco de medio punto destacan entre el peculiar diseño de una casa construida casi en su mayoría con materiales de segunda mano.

npg/ifb

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