Es el tejo, una modalidad competitiva bastante poco conocida fuera del país, el que ostenta la distinguida categoría gracias a la Ley 613 del año 2000.
El tejo o turmequé, en homenaje al sitio del que es originario, se considera como el único deporte autóctono colombiano, al tiempo que constituye también un tributo a una añeja tradición.
De acuerdo con historiadores, su práctica comenzó hace más de 500 años como parte de las fiestas ceremoniales de los muiscas, habitantes de los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, al centro de la nación.
Es un deporte de competencia en el cual se enfrentan jugadores en forma individual o por equipos, en un campo cuyas dimensiones debes ser de 19,5 metros de largo por 2,5 de ancho.
Aunque ya no se usa un implemento de oro llamado zepguagoscua, todavía consiste en lanzar un disco, ahora por lo general de medio kilogramo y elaborado de hierro templado.
Sin embargo, la mayor diferencia con otros ejercicios de lanzamiento, es el objetivo de hacer explotar mechas colocadas a una distancia de 19 metros, ubicadas en un cajón de 60 centímetros cuadrados relleno de arcilla y con un aro en el medio.
Lo fundamental de este deporte es introducir el tejo dentro de ese círculo metálico o bocín, en cuyos bordes se colocan pequeños sobres con pólvora.
Quien logre explotar el mayor número de ellos es declarado ganador de la partida.
A pesar de ser oriundo de Colombia, el tejo ya se juega en España, México, Estados Unidos, Perú, Ecuador y Venezuela, donde parece que esta modalidad encontró adeptos a su explosivo y sonoro encanto.
(Tomado de Orbe)