Producida por el joven guayaquileño Augusto San Miguel, el filme llegó a las pantallas de los ecuatorianos el 7 de agosto de 1924 y es considerado un hito fundacional.
Ese mismo año, San Miguel fundó Ecuador Film Company, con la visión de establecer una industria cinematográfica en el país.
La compañía produjo tres películas de ficción y tres documentales entre 1924 y 1925, incluyendo títulos como ‘Se necesita una guagua’ y ‘Un abismo y dos almas’.
A pesar del éxito inicial, las películas de la empresa de San Miguel se consideran desaparecidas, con solo algunos fotogramas preservados en publicaciones de prensa de la época.
No obstante, El Tesoro de Atahualpa tuvo tanto impacto en la historia cinematográfica aquí que el 25 de mayo de 2006, el entonces Ministro de Educación, Raúl Vallejo, declaró el 7 de agosto como el Día del Cine Ecuatoriano.
Durante la mayor parte del siglo XX, la cinematografía de esta nación andina estuvo marcada por producciones esporádicas y en su mayoría, de carácter documental.
Películas como «Los invencibles shuaras del Alto Amazonas» (1961) de Jorge Suárez, un documental que retrata la vida de la etnia Shuar, son ejemplos de esta etapa.
Sin embargo, el nuevo milenio trajo consigo un renacimiento del cine ecuatoriano.
En 2002, la película «Ratas, ratones, rateros» de Sebastián Cordero capturó la atención internacional, presentando una narrativa cruda y realista sobre la vida urbana en Quito.
Esta obra marcó el comienzo de una nueva era para del séptimo arte nacional, destacándose por su calidad técnica y narrativa.
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