Los vehículos del tansporte colectivo de pasajeros evitaban acercarse al centro de esta metrópolis, su coto de caza habitual, por temor a verse atrapados entre los manifestantes y la policía que este jueves no dudó en dispersar a los manifestantes con uso a discreción de gases lacrimógenos.
Las protestas populares estremecen esta capital y otras ciudades del país desde fines de julio pasado en demanda de medidas para contener la inflación y para evitar la puesta en vigor de una ley de reforma económica diseñada para sanear las finanzas públicas, a la postre desestimada por la presión popular.
Desde entonces el presidente keniano, William Ruto, hizo varias concesiones, entre ellas suspender un aprobado aumento salarial a funcionaros de primer y segundo niveles y cesantear al gobierno, con excepción del primer ministro, esfuerzos que a la larga se probaron fútiles vista la falta de resultados.
En las protestas de este jueves los manifestantes demandaron la depuración de responsabiidades por las cuatro decenas de manifestantes muertos en choques con las fuerzas antimotines e, incluso, la renuncia del presidente Ruto.
Así, expertos en el tema señalan que el paisaje político keniano es ahora un enigma porque resulta evidente que el mandatario no contempla abandonar el sillón ejecutivo y los manifestantes, que carecen de una cabeza visible con la cual negociar, tomaron conciencia de su creciente influencia y es improbable que abandonen el campo de batalla.
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