Por Fausto Triana, enviado especial

Es probablemente el mayor espectáculo de la cita bajo los cinco aros en la capital francesa, donde en la noche del 26 de julio el mundo vio por primera vez suspendido el que es sin dudas el pebetero más original de la historia.

Lo que entonces pocos sabían era la voluntad de los organizadores de mostrarlo al público en el centro del Jardín de las Tullerías, desde el Museo del Louvre, el Arco de Triunfo del Carrousel, hasta la Plaza de la Concordia.

A partir de las 22:00 hora local, el aerostato comienza la subida que puede llegar a los 60 metros, aunque lo normal es que se mantenga suspendido en 30 metros. Miles de personas se concentran antes en las inmediaciones, en modo picnic y en familia o con amistades a la espera del gran momento.

Luego, los aplausos emocionados en los instantes en que asciende del pebetero y en el horizonte, muy visible, la Torre Eiffel realiza su ceremonial de iluminación intermitente a la hora en punto.

El fabuloso pebetero, de siete metros de diámetro, se instaló sobre una laguna artificial donde habitualmente los turistas se sientan en sus alrededores para lanzar migajas de pan a patos y cisnes que se posan en el lugar.

Este original receptáculo lo sostienen varias cuerdas tensadas sobre unos bloques de concreto y su figura está realzada por 40 focos LED que iluminan la nube creada por 200 boquillas de nebulización de alta presión. Después de ser encendido por los destacados deportistas franceses Marie-José Perec y Teddy Riner, el acceso gratuito es un privilegio que nadie quiere perder en la Ciudad de las Luces.

En realidad, no es un fuego verdadero lo que aparentemente arde, sino una ilusión de llamas sin combustible diseñada por el gigante energético francés EDF. Por lo tanto, no hay peligro de propagación de fuego.

Ante una popularidad notable, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, propuso que el pebetero olímpico quede en el lugar como un nuevo símbolo de la urbe del amor, una decisión que deberá tomar el Estado francés en los próximos días.

Las veladas en torno al monumento de los Juegos terminan como una fiesta, celebraciones, brindis, música y fotos en las que la pirámide de cristal del Louvre y la Torre Eiffel, también logran sus toques de distinción.

ro/ft