Varios países consideran al lugar un símbolo del pasado militarista de Japón, sobre todo naciones vecinas que padecieron el colonialismo nipón en la época de esa gran contienda bélica suelen ver este tipo de actos como una ofensa.
La elección de la fecha no es casual pues este 15 de agosto se conmemora el aniversario 79 de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, hecho histórico que marcó el fin del conflicto.
En el santuario, emplazado en esta capital, se rinde tributo a más de 2,4 millones de personas que cayeron luchando por Japón entre fines del siglo XIX y 1945.
La inclusión, en la década de 1970, de los restos de 14 políticos y oficiales del ejército imperial condenados por un tribunal internacional como criminales de guerra de clase A tras la lid bélica constituye la fuente de mayor polémica y tensión.
Más de un país vecino criticó a Japón por no haber aprendido de su pasado y continuar desarrollando, incluso de manera solapada, tendencias militaristas.
Recientemente, la República Popular Democrática de Corea (RPDC) calificó de descarado el pretendido apego de Japón a los tres principios de la desnuclearización, cuando “busca una justificación y un espacio para legitimar esta capacidad”.
Los tres principios antinucleares son una resolución parlamentaria que guia la política sobre armamento nuclear de Japón desde fines de la década de 1960, como reflejo del sentir de la población tras la Segunda Guerra Mundial.
Según la agencia estatal de noticias ACNC de la RPDC, se trató de una artimaña del entonces primer ministro nipón Eisaku Sato “para disimular las ambiciones nucleares” del país.
La ofrenda en Yasukuni se produjo un día después de que Kishida anunciara la decisión de dejar su cargo el próximo mes de septiembre, motivado por la necesidad de un cambio en el Partido Liberal Democrático, liderado por él hace tres años.
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