El escritor nigeriano, Premio Nobel de Literatura en 1986, prestigió con su presencia la Sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), que tuvo a bien celebrar sus 63 años de fundada con la entrega del Premio Internacional Dulce María Loynaz al intelectual africano.
Tengo las manos llenas y también mi corazón, expresó en agradecimiento el primer Nobel de Literatura africano.
Es muy bueno estar de regreso entre esta familia creadora; he tenido grandes aventuras, tanto políticas como creativas en Cuba, comentó Soyinka.
Procedo del «Continente madre» de ustedes y el mio, y conozco muy bien el papel que desempeñó este país en la liberación de África, es algo que nunca podemos olvidar, añadió casi al finalizar su intervención, rodeado de un espíritu de celebración que colmó la capitalina Sala Villena y la asistencia del poeta y etnólogo Miguel Barnet, Presidente de Honor de la Uneac.
En este mundo, aún más que líquido de éter, de escasa consecuencia y profundidad, contar y tener hoy, entre cubanos y africanos, a Wole Soyinka, es un privilegio inapreciable, opinó el director de la Biblioteca Nacional José Martí, Omar Valiño.
Las palabras de homenaje a la fecha estuvieron a cargo de la presidenta de la Uneac, Marta Bonet, quien rememoró el contexto que dio lugar a la entidad.
Los intelectuales edificaron una institución que unió a todas las generaciones, a todas las tendencias artísticas, a todas las expresiones del arte y la literatura. En ella nos encontramos, 63 años después, precisó la musicóloga.
Hoy tenemos muchos más intelectuales y artistas que en 1961, dijo, pero los retos culturales son mayores.
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