por Orlando Oramas León
Ubicado en el barrio capitalino de La Aguada, desde hoy en su explanada queda inaugurado un reloj que marcará la cuenta regresiva hasta el próximo 25 de agosto, cuando sumará sus primeros 100 años.
Allí funciona la Asamblea General, e integra dos cámaras que sesionan separadas o conjuntamente según las circunstancias: la de Representantes y la de Senadores.
El edificio fue inaugurado el 25 de agosto de 1925 en conmemoración del centenario de la Declaratoria de la Independencia, que hoy cumple 199 años.
LOS ORÍGENES
La historia del Palacio Legislativo comienza en 1902 con una ley que aprueba el llamado a concurso internacional de proyectos de arquitectura para la construcción de una nueva sede para el Poder Legislativo, instalado entonces en el Cabildo de Montevideo.
En 1904 se presentaron 27 trabajos entre los que se encontraban tres proyectos uruguayos.
Finalmente, se decidió otorgar el premio al arquitecto Víctor Meano, quien en ese momento se encontraba construyendo el Palacio del Congreso de la Nación Argentina en Buenos Aires.
Meano no alcanzó a enterarse, pues murió súbitamente antes de poder ser contactado por la comisión uruguaya organizadora del concurso.
En 1908 se iniciaron los trabajos que continuaron sin alteraciones hasta la contratación del arquitecto italiano Gaetano Moretti, en 1913, a quien se confió la terminación del inmueble de acuerdo a nuevas ideas que impulsaban los legisladores de entonces.
Todos los materiales utilizados para la construcción del palacio son nacionales. Para ello fueron abiertas canteras de mármoles en Maldonado y Lavalleja, y de granito en Canelones.
LA ARQUITECTURA
El también llamado Palacio de las Leyes tiene un estilo eclecticista grecorromano. Sus fachadas, paredes interiores, bóvedas y columnas están recubiertas de distintos mármoles nacionales.
Consta de tres grandes naves y varias salas anexas, un piso superior, donde funciona la Biblioteca del Poder Legislativo con más de 250 mil volúmenes y despachos de parlamentarios, además de un gran subsuelo en el que hay oficinas, depósitos y talleres de imprenta y encuadernación.
El gran Salón de los Pasos Perdidos, inspirado en las grandes catedrales del renacimiento, está compuesto de dos bóvedas de cañón corrido y majestuoso lucernario central, que separa los dos hemiciclos en los que sesionan el Senado y la Cámara de Representantes.
Las paredes de ambas salas están forradas de nogal y caoba. De esa misma madera fueron hechas las bancas que ocupan los parlamentarios.
La entrada a cada una de las cámaras está coronada por un vitral en forma de semicírculo. El que da paso a la Cámara de Representantes contiene la Alegoría de la República. El de la de los senadores representa la Justicia.
El Salón de los Pasos Perdidos conserva los ejemplares originales de la Constitución de 1830 y la Declaratoria de la Independencia de 1825, custodiados por efectivos del Batallón “Florida” Número Uno de Infantería.
Tal emblemático espacio suele utilizarse para exposiciones de arte, conciertos y otros eventos.
Ha sido sede de la capilla ardiente de insignes personalidades de Uruguay, entre ellas Juana de Ibarbourou (quien además recibió allí el título de «Juana de América»), Mario Benedetti, China Zorrilla, Eduardo Galeano y Líber Seregni.
Allí estuvieron depositadas las cenizas de José Gervasio Artigas mientras se realizaban tareas de restauración de su mausoleo, ubicado en la Plaza Independencia, en el centro montevideano.
El edificio “José Artigas”, es el inmueble anexo del Poder Legislativo. Está ubicado al costado del Palacio y allí se ubican desde 1995 las oficinas de los diputados y las comisiones parlamentarias.
Ambas construcciones están conectadas mediante un túnel por debajo de la Avenida de las Leyes, conocido como Pasaje de la Democracia; quizás evocación a aquellos días de junio de 1973 en que la dictadura disolvió las cámaras, clausuró el Parlamento y hasta cortó la electricidad.
En esta celebración por los 199 años de la Declaratoria de la Independencia y los 99 años del Palacio Legislativo, los ciudadanos hacen fila hoy para recorrer sus salones y pasillos, una manera de refrendar que sus puertas no vuelva a clausurarse jamás.
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