Los informantes relacionan la extensión de la epidemia con las lluvias y la consiguiente contaminación de las aguas de consumo humano y la proliferación de las plagas de mosquitos transmisores de otras enfermedades infecciosas como la malaria, el dengue y la fiebre amarilla.
La dimensión de la epidemia puede calcularse por la cantidad de infectados que solo en el estado de Kassala (este) suman 700, el 10 por ciento de los cuales están aislados en un hospital.
En tanto, la Defensa Civil cifró en 30 el número de muertos por las inundaciones y el colapso de la represa Arbaat en el estado de Mar Rojo (noreste), además de una cantidad indeterminada de desaparecidos, destrucción de viviendas y granjas y la muerte de gran cantidad de ganado.
La rápida expansión de la dolencia agrava aún más la crisis en este país africano escenario de una guerra civil causada por la lucha por el poder entre los generales Abdel Fattah al Burhan, presidente del Consejo Soberano de Transición, y el jefe paramilitar Mohamed Hamdan Dagalo.
El conflicto sudanés, además de la devastación del país costó hasta hoy unos 15 mil muertos, un número impreciso, pero alto de heridos y el desarraigo forzoso de unos 11 millones de personas, la mayor crisis de refugiados de los tiempos modernos según la Organización Mundial de las Migraciones de la ONU.
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