La vocera reaccionó así tras el comunicado del Departamento de Estado en el segundo aniversario de la publicación del Informe de Evaluación de los Derechos Humanos de Xinjiang por parte de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU.
Mao subrayó que las afirmaciones de Washington distorsionan la realidad, confunden a la opinión pública y representan una injerencia directa en los asuntos internos del gigante asiático.
Según explicó, el llamado informe de evaluación es una mezcla de información falsa y un instrumento político fabricado por Occidente que busca utilizar la cuestión de Xinjiang como una herramienta para contener a China.
«Es un documento completamente ilegal e inválido», afirmó la portavoz y recordó que la 51 sesión del Consejo de Derechos Humanos rechazó el proyecto de resolución sobre esa región autónoma propuesto por Estados Unidos y otros países occidentales.
Mao enfatizó que los residentes de Xinjiang son quienes mejor pueden hablar sobre la situación de los derechos humanos.
«En la actualidad, Xinjiang disfruta de estabilidad social, desarrollo económico y una vida pacífica para su pueblo, encontrándose en su mejor período de desarrollo histórico. La política de China en Xinjiang cuenta con un amplio apoyo», aseguró.
Recientemente la Cancillería aseguró que China mantiene un enfoque centrado en el pueblo y considera la protección de los derechos humanos como una tarea fundamental en la gobernanza del país.
El portavoz Lin Jian respondió a las recientes declaraciones del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la supuesta persistencia de «problemas legales y políticos» en Xinjiang.
De acuerdo con datos oficiales, la economía de esa región autónoma uigur creció un 6,8 por ciento el año pasado.
Además, recibió a 265 millones de turistas, lo que representa un aumento del 117 por ciento.
Según el informe del gobierno local, se construyeron allí dos millones 704 mil 800 unidades de viviendas asequibles subvencionadas por el gobierno, proporcionando hogares nuevos para más de 11 millones de agricultores y pastores de diferentes grupos étnicos que solían vivir en casas de adobe y barro.
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