Según puntualizaron, no se ha atrapado ninguna mangosta desde hace más de seis años, ni ninguna de las cámaras con sensores de movimiento instaladas en 579 puntos de la isla ha captado imágenes del animal no originario de este sitio.
Las mangostas se introdujeron aquí en 1979 como parte de una estrategia para reducir la población de una especie de serpiente local muy venenosa.
De acuerdo con reportes locales, este mamífero placentario comenzó a depredar especies autóctonas raras, entre ellas, el conejo de Amami, valorado como una reliquia por los científicos por ser un fósil viviente; por tanto, se le dispensa una alta protección.
La población de mangostas proliferó hasta alcanzar en algún momento los 10 mil ejemplares y fue necesario tomar medidas para controlarlas.
El Ministerio de Medio Ambiente de Japón desarrolló en 2005 un proyecto en busca de erradicar este animal, luego de catalogarlo como especie exótica perjudicial para el ecosistema.
Funcionarios de la cartera insistieron en seguir empleando cámaras con sensores de movimiento para vigilar a las mangostas, pues no descartaron que pueda seguir llegando desde la isla principal de Okinawa, en la cual habitan.
Pese a decir que estaban erradicadas, los propios expertos reconocieron que es raro poderlas exterminar de zonas donde se han establecido de manera estable.
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