Observadores recuerdan que Nigeria, uno de los principales productores de petróleo del mundo, depende de la importación de los derivados por su poca capacidad para la refinación del crudo.
Además de frustración, los nigerianos enfrentan una crisis de escasez crónica de combustible y un enorme aumento en los precios de la gasolina.
La mayoría de los hogares nigerianos también dependen de la gasolina y el diésel para alimentar sus generadores, y la escasez agrava el costo de la vida y la inflación.
El pasado mes de agosto, cientos de manifestantes salieron a las calles de Lagos, la ciudad más populosa y hasta 1991 capital de Nigeria, en protesta contra el agobiante alza del costo de la vida.
Desde su inicio a principios de mes, los choques callejeros con la Policía causaron la muerte de más de dos docenas de manifestantes, además de cientos de detenidos.
La situación económica nigeriana comenzó a depauperarse tan pronto el presidente Bola Tinubu asumió el cargo y decretó la suspensión de las subvenciones a los combustibles, como parte de un plan gubernamental para equilibrar las finanzas nacionales.
Otros elementos que provocan la explosión popular son la corrupción administrativa, calificada de galopante, la mala gobernanza y los desmesurados salarios de los altos funcionarios públicos en contraste con los elevados niveles de pobreza y hambre en la población.
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