En el documento, publicado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el sumo pontífice se refiere a las crisis que afectan al mundo, las cuales generan desesperación e impiden mirar el futuro con serenidad, y enumera “la tragedia de la guerra, las injusticias sociales, las desigualdades, el hambre, la explotación del ser humano”.
Planteó que, a menudo, son los jóvenes los que pagan el precio más alto, pues “perciben la incertidumbre del futuro y no vislumbran posibilidades claras a sus sueños, corriendo así el riesgo de vivir sin esperanza, prisioneros del hastío y de la tristeza” y pueden ser arrastrados a la delincuencia y a las conductas destructivas.
“Estos tiempos de crisis, sin embargo, no son perdidos o inútiles, sino que pueden transformarse en ocasiones importantes para crecer”, señala Francisco.
“Si hay un objetivo grandioso, si la vida no está dirigida hacia la nada, si nada de cuanto sueño, proyecto y realizo se perderá, entonces vale la pena seguir caminando y sudando, soportando los obstáculos y afrontando los cansancios, porque la recompensa final es maravillosa”, expresa en su misiva.
Califica a la vida como “una peregrinación, un viaje que nos impulsa más allá de nosotros mismos, un camino en búsqueda de la felicidad” y plantea que verla desde el balcón, “para ustedes, los jóvenes, no puede ser suficiente”.
Considera que las conquistas y los éxitos “si se quedan sólo en el ámbito material, después de un primer momento de satisfacción nos dejan aún sedientos, deseosos de un sentido más profundo, y que es normal que, “aunque hayamos iniciado nuestros recorridos con entusiasmo, comencemos a sentir cansancio”.
“En algunos casos, lo que provoca ansiedad y cansancio interior son las presiones sociales que constriñen a alcanzar ciertos estándares de éxito en los estudios, el trabajo y la vida personal”, dice el obispo de Roma.
Esto produce depresión, pues “vivimos en el afán de un activismo vacío que nos lleva a llenar el día con miles de cosas y, a pesar de ello, tener la sensación de nunca hacer lo suficiente y nunca estar a la altura, lo que lleva al hastío”.
Es ese estado de apatía e insatisfacción de quien no se involucra en nada, no se decide, no elige, nunca arriesga y prefiere permanecer en su zona de confort, encerrado en sí mismo, viendo y juzgando el mundo detrás de una pantalla, sin jamás “ensuciarse las manos” con los problemas, con los demás, con la vida, apunta.
El pontífice señala a los jóvenes en su mensaje que ese tipo de cansancio “es como un cemento en el cual están sumergidos nuestros pies, que termina por endurecerse, se vuelve pesado, nos paraliza y nos impide caminar”.
Finalmente, el papa expresa en su exhortación que ¡prefiero el cansancio de quien está en camino que el hastío de quien permanece detenido y sin deseos de caminar!
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