Su llegada a este país austral se remonta a la época de la colonia española, cuando la gastronomía local comenzó a fusionarse con la de otras latitudes, si bien la receta evolucionó hasta incorporar ingredientes y técnicas propias.
Hoy día si uno viaja a diferentes países sudamericanos como Bolivia o Argentina puede consumir también sabrosas empanadillas, pero las de Chile son diferentes en cuanto a textura y sazón.
Se elaboran de diversas maneras, las hay de pino, de queso, napolitanas, de verduras, mariscos y hasta de dulces y se pueden hornear o freír.
Pero, sin dudas, las más populares son las de pino. Aunque hay distintas versiones sobre por qué son llamadas así. Se dice que los mapuches nombraban Pirru a la mezcla de carne picada y cebolla con la cual se preparan, y de ahí proviene la palabra.
Además de estos dos ingredientes infaltables, se les suele poner aceitunas negras, huevo hervido y pasas, lo cual les da un sabor espectacular.
Claro que una buena empanada se suele acompañar de un vino de calidad, sobre todo en este país donde existe una larga tradición vitivinícola y sus productos son apreciados en todo el mundo.
Por eso el presidente del gobierno de la Unidad Popular, Salvador Allende, cuando hablaba de su proyecto hacia el Socialismo decía que debia hacerlo de acuerdo a las características propias del país, una revolución que él definió “con sabor a empanada y vino tinto”.
(Tomado de Orbe)
