Durante la instalación de una reunión de alto nivel para abordar este desafío, el titular del organismo convocó a una acción drástica para reducir las emisiones y para la adaptación ante el aumento de las aguas.
Las zonas costeras bajas, donde se estima que vivan 900 millones de personas, enfrentan marejadas ciclónicas intensas, erosión e inundaciones, agua dulce contaminada, cosechas arruinadas, infraestructura dañada, biodiversidad destruida y economías diezmadas, alertó.
“Así es como se ve la injusticia climática”, dijo Guterres al lamentar estos efectos en naciones en desarrollo como Bangladesh, Panamá o Senegal.
De acuerdo con el alto representante, las consecuencias del aumento del nivel del mar podrían ser peores si no se actúa rápidamente.
“Para algunos esto podría ser existencial: islas enteras perdidas; comunidades costeras destruidas a medida que las tierras se vuelven inhabitables e imposibles de asegurar”, añadió en la cita convocada en el contexto de la semana de alto nivel de la Asamblea General.
A la par, el desplazamiento masivo aumentaría la presión sobre los escasos recursos en otras partes; y el comercio mundial, los sistemas alimentarios y las cadenas de suministro se verán afectados a medida que se dañen los puertos, las tierras agrícolas y las pesquerías.
“El aumento del nivel del mar no solo cambiará las costas, sino también las economías, la política y la seguridad”, consideró Guterres.
Entre otras acciones, el máximo responsable de la ONU urgió a eliminar gradualmente los combustibles fósiles, de manera rápida y justa, en particular a los países del G20, responsables de alrededor del 80 por ciento de las emisiones.
Asimismo, reclamó mayor financiación para la venidera COP29 junto a contribuciones significativas al nuevo Fondo de Pérdidas y Daños, como un paso hacia la justicia climática.
Las naciones desarrolladas deben duplicar la financiación de la adaptación a por lo menos 40 mil millones de dólares al año para 2025, y demostrar cómo cerrarán la brecha financiera de la adaptación, insistió.
“Tenemos que reformar los bancos multilaterales de desarrollo para que sean más grandes, más audaces y capaces de ofrecer financiación mucho más asequible a los países en desarrollo”, agregó.
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