La velada comenzó con la interpretación al piano de José María Vitier (1954), el menor de sus dos hijos músicos, quien dio paso a la investigadora cubana Araceli García-Carranza, durante muchos años voz muy activa al frente del Departamento de Colección Cubana de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (Bncjm).
García-Carranza fue asesora de la red de bibliotecas públicas de Cuba y homenajeó al unísono al matrimonio Vitier García-Marruz, de quienes recordó desplegaron una actividad gigantesca en esa institución.
Cintio Vitier y Fina García-Marruz muestran y demuestran la relación entre la pequeña poesía del XIX cubano y la gran poesía, porque cito: «Ninguna literatura está hecha solo de cimas», expresó la académica y otrora docente en el área de la bibliotecología.
Sobre Vitier, el escritor cubano Premio de Poesía Nicolás Guillén 2023, Roberto Méndez (Cartas de la plaga), rememoró pasajes de la vida y de la poesía del ensayista.
Méndez apuntó todo el tiempo del conversatorio a la obra de Vitier «Testimonios 1953- 1969» (1968), un libro en el cual el autor refleja varias poesías, como «Canto llano», «Palabras de Nicodemo», «El apócrifo», «No me pidas» y «Los peregrinos de Meaux».
Cintio cerró 1953 como una etapa de su poesía, catalogada como «un combate espiritual» por años; un testimonio de vida descubierto por José Lezama Lima, concluyó Méndez.
El encuentro finalizó con una exposición dedicada a Vitier, con apuntes de su propio puño y letra, y añejos libros coleccionados en una noche transcurrida entre música y poesía en la casa Vitier García-Marruz, en La Habana Vieja, restaurada gracias al esfuerzo de la Oficina del Historiador de la Ciudad y del propio Eusebio Leal.
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