Para el primer secretario del Partido Socialista, Olivier Faure, la presentación de Barnier en la cámara baja no aportó cambio alguno respecto a las propuestas de su predecesor en el puesto al frente de Matignon, Gabriel Attal.
Esperábamos muy poco de este discurso, y desde ese punto de vista no hay decepción, dijo el dirigente y diputado, quien calificó el ejercicio de “continuismo absoluto”.
Por su parte, el líder de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, consideró en las redes sociales que el primer ministro carece de legitimidad democrática, y estimó que está a merced de Marine Le Pen, la máxima figura del partido de extrema derecha Agrupación Nacional (RN).
El bloque de fuerzas de izquierda Nuevo Frente Popular, que aglutina a insumisos, socialistas, ecologistas y comunistas, rechaza el nuevo gobierno formado por Barnier, quien camina por una cuerda floja, porque si RN apoya en la Asamblea una moción de censura, su gabinete casi seguro caería.
Al reaccionar al discurso del jefe del Gobierno, la diputada ecologista Cyrielle Chatelain manifestó en el hemiciclo que Barnier no es fruto del voto popular, y sí de “un resultado oportunista, de una alianza tácita entre Emmanuel Macron y Le Pen”.
En las elecciones legislativas de julio, la izquierda fue la lista que más diputados logró (193), aunque lejos de la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional (289), por lo que exige el derecho a gobernar, reclamo ignorado por el presidente Macron con su decisión de llevar al poder a un gabinete que combina a oficialistas y conservadores.
El primer ministro optó por no solicitar la confianza de la cámara baja después de exponer sus prioridades, al analizar la compleja correlación de fuerzas en el hemiciclo y el riesgo real de no recibirla.
Además de aumentar el control de la inmigración, el mandatario prometió reducir un déficit público que pudiera superar este año el seis por ciento del Producto Interno Bruto.
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