Desde mucho antes de llegar al corazón de esa urbe montañosa, el viajero capta atractivos naturales, variedad de flora y fauna, artesanías, gastronomía e historia irrepetibles.
Un vendedor de frutas y vegetales de la zona, de los tantos que uno encuentra en el camino, explica que Cobán surgió de un vocablo del idioma maya q’eqchi’, que significa “entre nubes”.
Es difícil avanzar en busca del centro del pueblo y no toparse precisamente con una llovizna perenne, de las que los lugareños llaman “chipi chipi” o “mus mushab”.
Una parada obligada, como para oxigenarse completamente, está en el Biotopo para la Conservación del Quetzal, donde habita el ave nacional, que por los senderos se puede mirar de lejos, tanto como el tucán. Esta naturaleza en estado puro, con cascadas y diminutas fuentes de agua, forma parte de otro fenómeno asombroso del trayecto por el Corredor Biológico del Bosque Nuboso.
Ya en el mismísimo medio de la segunda aglomeración urbana más grande del país, se siente el calor de gente sencilla, servicial y tranquila.
El parque La Paz está conformado por el monumento al prócer de la independencia Manuel Tot, la Torre del Reloj y una cruz construida sobre una estatua donde se venera a una deidad de las Verapaces.
Cerca, se encuentra el Palacio de Gobernación, en cuyo interior aparece el museo histórico, donde se exponen fotografías, personajes, artesanías, textiles, indumentarias de los 17 municipios y manifestaciones culturales de la región.
Algo al norte, la iglesia El Calvario, de alrededor de 1810, constituye un monumento arquitectónico imponente con sus más de 130 gradas que conducen al templo.
El estadio José Ángel Rossi, el Ecológico de América, aparece como un símbolo citadino de una magnitud que lo convirtió en el complejo deportivo más grande de Centroamérica.
Entre tanto, la laguna Sepalau, las cuevas de Candelaria, el parque Las Conchas y el monumento Semuc Champey (que significa “donde el río se esconde bajo las piedras”) dan a Alta Verapaz una hermosura increíble
(Tomado de Orbe)
