Los mastodontes, que no saben de límites ni de modales de urbanidad, buscan su alimento donde esté, a veces en las plantaciones, lo que provocó un conflicto con los granjeros locales y, peor aún, afecta el abastecimiento de los mercados.
La decisión resulta una fórmula salomónica pues mientras evita choques entre humanos y paquidermos, protege la provisión de alimentos y aporta otro atractivo al parque nacional de Aberdare (centro), nueva residencia de los evacuados, joya de la industria turística keniana, basada en los safaris, vital fuente de ingresos para este país del oriente africano.
El aumento de la población de elefantes en Kenya asola los pastizales que quedan para esos mamíferos y agrava los choques, admitió a principios del mes en curso la ministra de Turismo y Vida Silvestre de Kenya, Rebeca Milano, en un comunicado para defender la reubicación de los mastodontes.
Otros ribetes positivos de la crisis es la constatación del crecimiento de las poblaciones de elefantes, durante años diezmados por cazadores furtivos para despojarlos de sus colmillos de marfil, y el aporte de los nuevos vecinos a la población de paquidermos de Aberdare, contribución neta al equilibrio ecológico.
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