Según Celso Paredes, funcionario del departamento Antinarcóticos, se trata de un fenómeno cada vez más frecuente, las víctimas son menores entre ocho y 11 años de edad de las zonas periféricas y el proceso sigue patrones como la ingestión de pequeñas dosis de estupefacientes para introducirlos en el consumo.
Narró como recientes operativos mostraron que a los niños reclutados se les asignan tareas de vigilancia y aviso ante presencia policial, distribución, recados entre jefes e incluso la comisión de asesinatos por encargo.
Un elemento notorio según el gendarme, radica en la conminación a tatuarse en diferentes partes del cuerpo figuras alusivas a la fidelidad a la organización y el compromiso de realizar actividades ordenadas por los jerarcas.
Según datos del Informe Nacional sobre la Situación de las Drogas en Paraguay de 2017, se reconoce que el alto nivel de consumo de drogas en ese país está asociado a la presencia de grupos narcotraficantes que operan en áreas de alto nivel de pobreza.
Las bandas crimnales aprovechan la existencia de amplios segmentos vulnerables, infantes sin amparo filial y sumidos en la pobreza extrema, para los negocios ilícitos, el tráfico de menores y órganos, y redes de prostitución infantil.
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