Aunque resulta una práctica común entre los mandatarios nipones en esta época, con motivo del festival de otoño, siempre desata protestas dentro y fuera de Japón porque en el lugar descansan nacionales caídos en diversas contiendas bélicas, incluidos criminales de la Segunda Guerra Mundial.
Varios países ven en Yasukuni un símbolo del pasado militarista nipón, sobre todo naciones vecinas que padecieron el colonialismo en la época de la Segunda Guerra Mundial.
En el santuario, emplazado en esta capital, se rinde tributo a más de 2,4 millones de personas que cayeron luchando por Japón entre fines del siglo XIX y 1945.
La inclusión, en la década de 1970, de los restos de 14 políticos y oficiales del ejército imperial condenados por un tribunal internacional como criminales de guerra de clase A tras la guerra constituye la fuente de mayor polémica y tensión.
Cada año se registran actos de profanación o protesta en el controvertido lugar y en varias ocasiones el personal del santuario debió borrar grafitis agraviantes.
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