Horas atrás el Tribunal Supremo autorizó su ascensión al cargo tras una secuencia de exámenes, primero por las dos cámaras del parlamento y después por ese órgano judicial y un panel de tres magistrados, esfuerzos baldíos por eludir su destitución, la primera en la historia keniana.
La ordalía de Gachagua comenzó el pasado 17 de octubre cuando la Cámara Baja aprobó su destitución por acusaciones de un diputado de su partido Jubilee, de corrupción, enriquecimiento ilícito, apoyar protestas opositoras y el peor, alentar disensiones étnicas en un país donde cohabitan 10 grupos tribales, los kikuyu el más numeroso.
El caso pasó al Senado, que también voto a favor de la cesantía y después al Tribunal Supremo donde sus alegaciones de inocencia fueron desestimadas.
A sabiendas de que su destitución implica su defunción política, el defenestrado no da su brazo a torcer y presentó una demanda contra el Tribunal Supremo, según la cual las acusaciones en su contra carecen de base y las audiencias fueron injustas.
Gachagua, de 59 años, fue durante años, el inconformista chico dorado de la política keniana, caracterizado por su franqueza sin fronteras contra todo y todos, rasgo que lo hicieron ser escogido como compañero de fórmula por el presidente William Ruto en las elecciones de 2022.
Sin embargo, su estrella comentó a eclipsarse por la defensa de una explotación maderera en el Monte Kenya suspendida por el Ministerio de Medio Ambiente, resuelta por la mediación del ministro de Aguas,Simon Chelugui, quien prometió restaurar las explotaciones y dotarlas de los permisos necesarios.
Todos los indicios apuntan que en ese punto comenzó el distanciamiento de Gachagua y el presidente Ruto, el cual se ahondó con el paso de los días y llegó a su culmen con el apoyo del vicepresidente a los opositores que en junio pasado salieron a las calles a demandar la renuncia del mandatario.
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