De acuerdo con datos oficiales, el gigante asiático comenzó a registrar esta estadística en 2013, año en el que la producción fue de apenas 18 mil carros de este tipo.
En 2018 la cifra anual llegó al millón y en 2022 alcanzó los cinco millones, reflejó un reporte del periódico The Paper.
Al superar la barrera de los 10 millones China marcó un incremento de 4,3 por ciento en comparación con la producción total del año pasado, que fue de 9,587 millones de vehículos.
Los expertos prevén que esta cifra pueda sobrepasar los 12 millones para fin de año y consolidarse de esta forma como el número uno del mundo.
En la última década, el sector de vehículos de nueva energía en el país experimentó un desarrollo acelerado, impulsado por estrategias nacionales y casi un centenar de macropolíticas, además de la continua innovación tecnológica y la expansión de la infraestructura de apoyo.
La industria avanzó desde su fase de mercado y comercialización hacia la producción a gran escala y proyección global.
Se espera que, además de alcanzar nuevas metas en cantidad, China también logre importantes avances en la calidad de sus vehículos de nueva energía.
Esto ocurre en medio de un contexto global complejo para la exportación de estos carros chinos debido a la creciente guerra comercial de algunas naciones occidentales contra Beijing, particularmente en este sector. Por ejemplo, Canadá aplicará tarifas adicionales del 100 por ciento a los vehículos eléctricos importados desde China y la Unión Europea votó a favor de otros gravámenes.
Ottawa alega que las subvenciones industriales chinas llevaron a un exceso de capacidad de producción de carros eléctricos baratos, lo cual inundó el mercado, creó una competencia desleal y devino amenaza para la industria automotriz del país norteamericano.
Similar justificación utilizó la Comisión Europea para convencer al bloque de aprobar aranceles adicionales de hasta un 35 por ciento a vehículos eléctricos chinos, que se añadirán a la tasa ya existente del 10 por ciento.
El Ministerio de Comercio del gigante asiático rechazó esta imposición y calificó la medida como proteccionista, injusta y poco razonable.
Por su parte, el Consejo Chino para la Promoción del Comercio Internacional abogó por saldar el diferendo mediante el diálogo y la negociación, en busca de una solución que respete los intereses comunes y se ajuste a las normativas de la Organización Mundial del Comercio.
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