Por Jorge Petinaud Martínez
Corresponsal jefe en Bolivia
Presentada por el embajador de México, Eduardo Sosa, en la Fundación Cinemateca ante una amplia representación del cuerpo diplomático acreditado en esta capital y cientos de espectadores, la cinta refleja la realidad creada en ese país a partir de la década de 1930 por aquel acontecimiento político y social.
En sus palabras, el embajador afirmó que la identidad de los mexicanos se enraíza en pilares como el mundo precolombino, la llegada del colonialismo español, la gesta independentista, el mandato de Porfirio Díaz y la Revolución mexicana.
Sin embargo, recordó que, al decir del Premio Nobel Octavio Paz, las ideas propias en la identidad de ese pueblo y su carácter auténtico nacieron de la revolución iniciada hace 114 años con el llamado a las armas de Francisco I. Madero para combatir el porfiriato.
Recordó que aquella gesta tuvo un origen rural y generó un desarrollo con muchas contradicciones que llegan hasta nuestros días, cuando esa nación milenaria eligió con récord de votación a la presidenta Claudia Sheinbaum, la primera mujer en ocupar ese cargo.
Dirigida por Roberto Sneider y estrenada en 2008, la película de una hora y 47 minutos está basada en la novela del mismo título de Ángeles Mastretta, publicada en 1985.
Prueba de la calidad de este filme fue su elección por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas para representar a México en la edición de 2009 de los premios Óscar, en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera.
La cinta narra la historia de Catalina Guzmán de Ascencio, quien lucha contra la opresión de su esposo Andrés Ascencio, el encumbrado a general durante la guerra en el México de los años 1930 y 1940.
Interpretada por Ana Claudia Talancón, Catalina sufre una convincente evolución desde que se casa con apenas 16 años con el prominente e inescrupuloso político poblano, encarnado por Daniel Giménez Cacho, hasta que a finales de la década de 1940 lo asesinan.
El carácter machista e impositivo de Ascencio choca con la rebeldía y frescura de Catalina en un bien conducido contrapeso, mientras que la banda sonora muestra el tránsito del predominio rural en la cultura de la época hacia un entorno urbano, en un contexto que refleja los conflictos electorales y los crímenes políticos de la época.
La película exhibe un serio esfuerzo de producción, rigor en la dirección de arte y una fotografía que retrata aquellos conflictos epocales.
Prueba de ello es que en el momento de su estreno resultó la película más cara de la historia del cine mexicano, con un costo de 6,5 millones de dólares.
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