Después de caer ante los samuráis en la fase de grupos y en la superronda, los taiwaneses se amotinaron y destronaron al monarca de la pasada edición, un equipo que parecía invencible al llegar a esta instancia invicto, con una racha de 27 partidos ganados de forma consecutiva en eventos internacionales, además de ser los número uno del ranking del orbe.
A golpe de muñecas los retadores les arrebataron la corona a los de la Tierra del Sol Naciente al fabricar un paquete letal de cuatro carreras en la quinta entrada ante el abridor y derrotado Shosei Togo.
Un vuelacercas solitario de Chia-Cheng Lin y otro de Chieh-Hsien Chen que encontró a dos compañeros en las almohadillas, fueron las conexiones claves del partido ante una fanaticada adversa que hasta el último out estuvo esperando una reacción de sus ídolos.
Yu-Min Lin se encargó de enfriar los maderos japoneses durante los cuatro episodios que se mantuvo en el montículo y su sustituto Yo Chang, ganador del partido, caminó una ruta de tres actos sin permitir libertades, para que su tropa comenzara a soñar con el mayor éxito en su historia beisbolera.
«Tendremos la oportunidad de desafiar nuevamente a Japón, el equipo número uno del mundo, y lograr el mejor resultado en la historia de nuestro béisbol», había apuntado el timonel Hao-Jiu Tseng unos días antes y esta noche se cumplió la profecía que muy pocos le dieron crédito fuera de las fronteras de su país.
De sellar la gran victoria se encargaron los rescatistas Kuan-Yu Chen y Kai-Wei Lin, quienes colgaron las últimas dos argollas en la pizarra para que los suyos escalaran a lo más alto del podio y alzaran el ansiado trofeo de campeón.
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