Por Boris Luis Cabrera
Reina del firmamento acrobático, por su capacidad para mantener un rendimiento de élite y su influencia positiva en el deporte, la mirada del mundo entero ha seguido su estela con admiración y asombro desde sus primeros saltos hasta sus giros imposibles.
Su debut en la escena internacional marcó el inicio de una era dorada. En los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, su actuación fue una sinfonía de perfección, conquistando cuatro medallas de oro y una de bronce para consolidar su estatus.
Los años siguientes fueron testigos de su dominio absoluto en campeonatos mundiales, acumulando un total de 30 medallas, de las cuales 23 son de oro. Cada rutina ejecutada por ella es una obra maestra, desafiando los límites de la física y redefiniendo los estándares de la gimnasia.
Este año, la capital francesa se preparó para recibir a la leyenda viva, a la artista del vuelo que desde muy joven mostró un talento desbordante y cuya presencia revolucionó este deporte con sus rutinas y movimientos.
Allí en la Ciudad de la Luz, Simone no solo compitió; nos ofreció una actuación inolvidable y se convirtió en un símbolo de resiliencia, demostrando que la verdadera grandeza no solo se mide en medallas, sino en la capacidad de superar adversidades.
Años de esfuerzo y dedicación culminaron en su desempeño estelar, asegurando su lugar no solo como campeona, sino como inspiración, después de tomarse una pausa en las anteriores Olimpiadas de Tokio 2020 para priorizar su salud mental.
Su regreso fue una oda a la fortaleza y al espíritu indomable. En París, Biles se alzó con tres medallas de oro y una de plata, elevando su total olímpico a 11 preseas y reafirmando su legado como la gimnasta más condecorada de todos los tiempos.
En la competencia por equipos lideró a los Estados Unidos hacia la presea dorada, contribuyendo significativamente en los cuatro aparatos y dos días después se coronó campeona olímpica en el all-around, sumando su segundo título en esta categoría después de Río de Janeiro.
El 3 de agosto, la multilaureada atleta de 27 años obtuvo su tercer metal dorado de la justa en la final de salto, ejecutando su característico «Biles II» (Yurchenko doble pica) y un Cheng, consolidando su dominio en este aparato.
Simone Biles, la eterna estrella de la gimnasia, continúa conquistando corazones y mostrando que los límites son solo un espejismo en el vasto horizonte del talento humano.
París 2024 será recordado siempre como el escenario donde el arte y la técnica se encontraron en el más sublime equilibrio, de la mano de una de las más grandes deportistas de nuestra era.
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