Este año la jornada tiene como tema “Cuidar los suelos: medir, monitorear, gestionar”, el cual destaca la importancia de contar con datos e información precisos sobre este elemento natural para comprender sus características y apoyar la toma de decisiones informadas sobre su manejo sostenible para garantizar la disponibilidad global de alimentos.
Pese a su valía —y debido al cambio climático y la actividad humana— los suelos se están degradando; la erosión y una inadecuada gestión alteran el equilibrio natural de la tierra, desaprovechando recursos hídricos y reduciendo el nivel de vitaminas y nutrientes de los alimentos que producimos.
Las prácticas sostenibles de gestión del suelo, como la labranza mínima, la rotación de cultivos, la adición de materia orgánica y los cultivos de cobertura, mejoran la salud del suelo, reducen la erosión y la contaminación y mejoran la infiltración y el almacenamiento del agua.
Estas prácticas también preservan la biodiversidad del suelo, mejoran la fertilidad y contribuyen a la retención de carbono, desempeñando un papel crucial en la lucha contra el cambio climático.
Según el informe de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, presentado este martes en el contexto de la celebración de la Conferencia de las Partes (COP16) en Arabia Saudita, se necesitan al menos 2,6 billones de dólares en inversiones hasta 2030 para restaurar más de mil millones de hectáreas de tierras degradadas y aumentar la resiliencia a la sequía.
Hasta el 40 por ciento de la tierra del mundo está degradada, lo cual afecta a más de tres mil 200 millones de personas, y los mayores costos los soportan quienes menos pueden permitírselo: comunidades indígenas, hogares rurales, pequeños agricultores y, especialmente, jóvenes y mujeres.
La degradación de los suelos significa que su productividad biológica o económica se ha reducido, lo cual tiene consecuencias nefastas para el clima, la biodiversidad y los medios de vida de las personas.
La situación se agrava por el fuerte aumento de las sequías (un 29 por ciento desde el año 2000), y las proyecciones muestran que para 2050, tres de cada cuatro personas en todo el orbe podrían verse afectadas.
Las pérdidas superan las inversiones necesarias: la desertificación, la degradación de la tierra y la sequía ya le cuestan a la economía mundial 878 mil millones de dólares cada año, mucho más que las inversiones necesarias para abordar estos problemas.
Por otro lado, la cantidad total de inversión necesaria de aquí a 2030 para alcanzar los objetivos de resiliencia de la tierra y la sequía (2,6 billones de dólares) equivale a lo que el planeta desperdicia cada año en subsidios ambientales nocivos, apuntan los expertos.
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