La razón principal de dicha merma es la sobrepesca, que ha diezmado las poblaciones de peces condrictios (peces cartilaginosos) como tiburones, rayas y quimeras a más de la mitad en los últimos 50 años. En el caso de los tiburones, la amenaza que plantean la pesca intencional y la captura incidental es agravada por la degradación del hábitat, el cambio climático y la contaminación.
Como resultado, más de un tercio de los peces cartilaginosos se enfrentan ahora a la amenaza de extinción, señaló un comunicado de la Universidad James Cook de Australia.
Los descensos se produjeron primero en ríos, estuarios y aguas costeras cercanas a la costa, antes de extenderse a través de los océanos y luego a las profundidades del mar, de acuerdo con el análisis.
El agotamiento secuencial de las especies más grandes y funcionalmente más importantes, como los peces sierra y las rayas rinoceronte, consideradas estas últimas como los peces marinos más amenazados del mundo, fue seguido por la disminución de las grandes mantarrayas, rayas águila, angelotes, tiburones martillo y tiburones réquiem.
Con el tiempo, las pesquerías recurrieron a los tiburones y rayas de aguas profundas para el comercio de aceite de hígado y carne, cita el autor principal de la investigación Nicholas K. Dulvy, de la Universidad Simon Fraser en Canadá.
Los países pueden aminorar el riesgo de extinción de estos animales acuáticos reduciendo la presión pesquera a niveles sostenibles, fortaleciendo la gobernanza pesquera y eliminando subsidios dañinos, según los autores del estudio.
Colin Simpfendorfer, profesor de la Universidad James Cook, dijo que los límites de captura pesquera basados en la ciencia y las medidas para minimizar la captura incidental, incluidas las protecciones espaciales, son esenciales para garantizar la sostenibilidad y recuperar las especies a su potencial ecológico, social y económico.
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