Por Boris Luis Cabrera
El 45 Festival de Nuevo Cine Latinoamericano desplegó su alfombra de historias para proyectar en el emblemático recinto 23 y 12, de la capitalina barriada del Vedado, la cinta cinematográfica «Nyad», un canto al espíritu indomable de esta nadadora de aguas abiertas y su épica travesía entre Cuba y Estados Unidos.
La propia Nyad, con la misma determinación que la llevó a cruzar a nado a los 64 años de edad los 177 kilómetros que separan ambas naciones, subió al escenario para presentar una obra que es mucho más que una biografía: es una declaración de humanidad y un llamado al entendimiento.
La sala, llena de murmullos expectantes, se convirtió en un océano. Diana, de pie frente a un público que la miraba con admiración, dejó caer palabras que eran brazadas en un mar de emociones, al interactuar con los presentes una vez concluida la presentación y respondiendo preguntas sobre una epopeya inédita que la hizo merecedora de la Orden al Mérito Deportivo.
En sus palabras, Diana recordó cómo La Habana había sido no solo el punto de partida de su travesía física, sino también un faro espiritual.
«La fortaleza cubana me acompañó en cada brazada», confesó, y la audiencia respondió con un cálido aplauso.
«Estar aquí con ustedes nos hace revivir el pasado y al ver sus reacciones nos llenamos de una inmensa alegría», expresó Nyad.
La película, dirigida con precisión y sensibilidad por Elizabeth Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin, se sumerge en los abismos del cuerpo y la mente, narrando no solo la gesta de cruzar aguas, de momento turbulentas y traicioneras, sino también el desafío de vencer los límites impuestos por el tiempo y el miedo.
Es además un relato íntimo y universal que captura tanto la inmensidad del mar como la profundidad del alma humana, interpretada con maestría por Annette Bening en el papel de la heroína y Jodie Foster como su inseparable amiga y entrenadora Bonnie Stoll, ambas nominadas al Premio Oscar por sus excelentes actuaciones.
La proeza de Diana Nyad representó un gesto de conexión, una metáfora viviente de los lazos que unen a dos pueblos separados por la política, pero cercanos en cultura y espíritu.
En esta tarde habanera ese mensaje resonó con especial fuerza, recordando que el arte y la memoria pueden tender puentes donde se levantan muros.
«Nyad» destaca como un filme profundamente humano, cargado de emociones y de un ritmo narrativo que mantiene la tensión en cada brazada. Es un logro cinematográfico que combina la majestuosidad del mar con el drama personal, logrando conectar con audiencias de todas partes del mundo.
Pero más allá de su calidad técnica, lo que hace única a esta obra es su carga simbólica: el filme y su protagonista nos recuerdan que el coraje y la perseverancia pueden ser plataformas tan sólidas como las físicas y que aún hay quienes se atreven a nadar contra corriente, buscando la unión donde otros ven distancia.
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