En rueda de prensa, extrabajadores de esa entidad, de capitales japoneses y dedicada al cultivo de abacá, compartieron sus testimonios tras la histórica sentencia que reconoció las graves violaciones a sus derechos laborales y humanos.
A sus 64 años, Susana Quiñones relató que empezó a trabajar para Furukawa desde los cinco años y describió las condiciones inhumanas en las que vivían.
“Nosotros éramos los abacaleros olvidados, donde vivíamos no teníamos luz, agua ni servicios básicos. Nos decían: si trabaja come, si no trabaja no come”, afirmó la extrabajadora que siempre soñó con estudiar, pero “la crueldad de la transnacional” le impidió hacerlo.
María Guerrero, madre de seis hijos, expresó su alegría por la sentencia, tras seis años de espera.
“Quiero para mis hijos la vida que no tuve”, dijo Guerrero quien también dejó sus estudios para trabajar en Furukawa.
Por su parte, Segundo Ordóñez, de 59 años, recordó el temor que sentían frente a la empresa, a la que calificó como un “monstruo”.
Esa victoria debe servir como ejemplo para luchar contra otras empresas que aún explotan a sus trabajadores, mineras y bananeras donde compañeros están pasando lo mismo que nosotros, enfatizó Juliana Quintero, de 31 años.
La abogada Alejandra Zambrano, representante legal de las víctimas, resaltó que la sentencia también evidenció la omisión del Estado ecuatoriano, particularmente del Ministerio de Trabajo, al no intervenir frente a las irregularidades de la empresa.
De acuerdo con la Corte Constitucional, Furukawa deberá indemnizar a las más de 300 víctimas con 41 millones de dólares y pedir disculpas.
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