La conclusión parte del informe del Fondo de la ONU según el cual dos millones 700 mil mujeres en edad reproductiva están desplazadas por la guerra entre el Consejo Soberano de Transición (CST) del general Abdel Fattah al Burhan y la milicia Fuerzas de Apoyo Rápido RSF, inglés), lideradas por el general Mohamed Hamdan Dagalo.
De esa cifra, 270 mil están embarazadas y es dable suponer que perderán sus criaturas durante el alumbramiento o durante las primeras semanas de vida de la criatura por la falta de condiciones sanitarias en los campamentos de refugiados sin atención m,ñedica adecuada, agua potable y alimentos.
La lucha por el poder entre ambos exaliados iniciada en abril de 2023 provocó el éxodo de unos 12 millones de personas, el peor del que se tenga memoria, además de la muerte de otras 15 mil, un número muy superior de heridos y la devastación del país, localizado en el noreste de África.
La manzana de la discordia entre los contrincantes se hizo patente por el diferendo entre el presidente del CST y el líder paramilitar cuando el primero insistió en sumar al Ejército nacional las armas y los miembros de las RSF.
Aunque nunca se hizo pública la base del conflicto es evidente que el general Hamdan sospechó que acceder a la demanda del general al Burhan llevaba una intención venenosa casi tangible: restarle la base de poder, su poderosa milicia, preludio de un plan de acción más vasto que desembocaría en la eliminación de la escena política sudanesa.
Para mayor complicación, existen factores regionales que, sin decirlo, tomaron partido por uno u otro de los rivales al cual suministran armas y fondos para mantenerse beligerante con el consiguiente poder de fuego que emplean a discreción sobre todo contra las poblaciones civiles que controlan.
La identidad de esos valedores no es pública, pero conociendo las fuerzas centrífugas que se mueven en la región, en particular la pugna por el control de gobiernos entre la Hermandad Musulmana y países del Levante y más allá, también de mayoría islámica, pero de tendencia laica, resulta posible extraer conclusiones, con el sempiterno riesgo que conllevan. Hacer juicios maniqueos sobre cuál de los rivales, que han jurado matar el otro, lleva la razón sería poco profesional, aunque es de dominio público que ambos están acusados de crímenes de guerra contra poblaciones civiles inermes sin relación alguna con la contienda.
Como pieza de convicción de los desmanes figuran los recientes ataques de las RSF contra poblaciones en este estado de Yezira cuyo único pecado es haber sido gobernados por un alto miembro de esa entidad paramilitar que decidió entregar las armas y sumarse a las filas del CST.
En un ejemplo probatorio del refrán “pagar justos por pecadores” el caudillo paramilitar desató una orgía de ataques que costó la vida a cientos de civiles residentes en la zona.
Así, entre crímenes de lesa humanidad y actos genocidas, transcurre el conflicto sudanés cuyas consecuencias devinieron parte del paisaje cotidiano afrolevantino con su secuela de indiferencia por parte de la humanidad que le han ganado al conflicto el sobrenombre de “la guerra olvidada de Sudán”.
Mientras, esa amnesia, cuesta la vida a la población de todo un país.
ro/msl