El inestable clima político nacional y la compleja situación económica conlleva a analistas a calificar de error un ascenso en el momento actual.
Una serie de escándalos político-financieros por problemas graves de corrupción mellaron la popularidad de la principal fuerza política en esta nación asiática, el Partido Liberal Democrático (PLD) y provocaron la renuncia de su máximo dirigente, en septiembre pasado. El sucesor electo convocó a elecciones generales anticipadas, sin embargo, la respuesta popular no fue la esperada y, aunque Shigeru Ishiba logró conservar el cargo de primer ministro, ahora el PLD y su socio de coalición, Komeito, gobiernan en minoría parlamentaria.
Por otra parte, según las estadísticas oficiales, el índice de precios al consumo (IPC) de Japón subió un 2,3 por ciento interanual en octubre.
Dicho indicador lleva más de tres años consecutivos en avance, en contraste con los salarios.
El 31 de julio pasado, la institución bancaria nipona causó gran revuelo al anunciar la decisión de elevar su tasa de interés de referencia.
Ante la prolongada debilidad del yen japonés (moneda nacional), la entidad crediticia decidió incrementar el objetivo del tipo de interés a un día hasta un 0,25 por ciento desde el 0 al 0,1.
De esta manera, dio un nuevo paso hacia la retirada gradual de una década de estímulos masivos; pues Japón mantuvo tipos de interés demasiado bajos durante unos 30 años, en medio de una deflación persistente. La última reunión sobre política monetaria del BoJ en 2024 concluirá mañana.
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