La publicación citó a Vincenzo Turturro, nuncio apostólico, quien calificó ese flagelo de «la más grande injusticia social que existe”.
El texto reconoce que con frecuencia, la ciudadanía identifica al fenómeno como un acontecimiento ajeno, pero en realidad por sus consecuencias para la población es necesario combatirla por todos como una prioridad.
La columna enuncia que la política debe trabajar por mejorar la vida de los ciudadanos, pero cuando ella tropieza con el azote de la corrupción, se acumulan deudas sociales lo cual «significa que algo se está haciendo mal».
Última hora refleja otra declaración de Turturro al reconocer que «campesinos e indígenas –la columna vertebral de la sociedad paraguaya y marcan la identidad– viven las situaciones de vulnerabilidad más graves”, y lo achaca a los niveles de corrupción existentes en el acceso a recursos.
El estudio “Patrones de Comportamiento, Gobernabilidad y Corrupción en el Sector Público de Paraguay” de la Dirección General de Encuestas, Estadísticas y Censo con el apoyo del Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas, reconoció que «la corrupción es una realidad que atenta contra el desarrollo».
Ese fenómeno se caracteriza por los «bajos niveles de institucionalidad, ausencia de mecanismos de control y bajo nivel de conciencia respecto al impacto de la corrupción, entre otros».
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